El 80% de la población ha sufrido (o sufre) algún episodio de vértigo en su vida, según la Sociedad Española de Otorrinolaringología. De hecho, nadie está libre de padecer vértigo, ni los niños.
Todos hemos oído hablar del vértigo, pero solo quien lo padece, sabe realmente qué es. El vértigo puede interferir en las situaciones cotidianas de nuestro día a día, como puede ser conducir, ir a trabajar o simplemente dar un paseo. Cuando el vértigo se agrava, puede provocar caídas que, a su vez, pueden derivar en otras lesiones, como las fracturas de cadera.
El vértigo va mucho más allá de un mareo, y debemos diferenciarlo del denominado vértigo de altura o acrofobia, del desequilibrio o de la cinetosis.
¿Qué es el vértigo?
El vértigo es una afección que se caracteriza por una sensación de movimiento o giros que se describe como un mareo, aunque la sensación es más parecida al balanceo, rotación o incluso un desplazamiento.
Una persona con vértigo puede sentir que está girando sobre sí mismo cuando está quieto, que el suelo se inclina o se mueve o que la habitación en la que se encuentra está girando.
Cuando se padece vértigo, se produce una sensación muy desagradable, la cual puede causar náuseas y vómitos. No es igual que sentirse aturdido; una persona con vértigo es inestable e incapaz de realizar actividades cotidianas, ya que sienten como si realmente estuviera girando o moviéndose. Cuando nos encontramos en esta situación incapacitante, es recomendable acudir a un médico lo antes posible para comenzar con un tratamiento. Igualmente, la fisioterapia puede ayudar a reducir los síntomas.
Algunos de los síntomas que se pueden experimentar cuando aparece el vértigo es tener problemas para enfocar los ojos, pérdida de audición, zumbido en los oídos, pérdida del equilibrio, dificultad para tragar, visión doble, mala articulación del lenguaje, sudor frío, náuseas o incluso vómito.
Causas principales
A la hora de proceder con un diagnóstico, se debe tener en cuenta que existen dos tipos de vértigos: el vértigo periférico y el vértigo central.
Cuando hablamos de vértigo periférico, nos estamos refiriendo a un problema en el laberinto, en el oído interno, que también puede involucrar al nervio vestibular, el cual lleva la información del equilibrio y el que conecta el oído interno y el tronco encefálico. Este tipo de vértigo es el más frecuente. Los síntomas del vértigo periférico se caracterizan por tener un inicio brusco, muy intenso, normalmente por un giro o cambio de postura.
El vértigo periférico puede estar causado, principalmente, por:
- Vértigo postural benigno. Se produce cuando hay cambios bruscos o repentinos de postura, por ejemplo, al levantarnos de la cama o al inclinarnos rápidamente. No es una patología grave.
- Enfermedad de Ménière. Es una enfermedad del oído interno en la que se producen crisis recurrentes de vértigo rotatorio con pérdida de audición, la cual se recupera total o parcialmente después de la crisis.
- Neuritis vestibular. Cuando se inflama el nervio vestibular, conectado con el sistema nervioso central, pueden producirse episodios de vértigos.
Estas tres causas son las más frecuentes, representando casi el 55% de las consultas por mareo y vértigos. Sin embargo, el vértigo periférico puede producirse por el consumo de ciertos medicamentos, determinadas lesiones, como un traumatismo craneal, o por una inflamación o irritación en el oído interno.
Por otra parte, el vértigo central está causado por un problema en el cerebro. Normalmente, este tipo de vértigo se produce cuando se alteran los mecanismos neurológicos del sistema vestibular. Al no estar relacionado con cambios bruscos de postura, los síntomas suelen ser menos intensos, pero evolucionan de manera progresiva, manteniéndose durante más tiempo.
Las enfermedades vasculares y la esclerosis múltiple son las causas de mayor incidencia del vértigo central, aunque también pueden producirse por el consumo de determinados fármacos, convulsiones (aunque no es muy frecuente), accidentes cerebrovasculares, tumores o migrañas de origen vestibular.
Consejos para quitar el vértigo
Los vértigos no son una afección peligrosa, pero sí que puede acarrear graves consecuencias si no tenemos cuidado cuando aparecen. Al no tener un claro equilibrio de nuestro cuerpo, podemos caernos y fracturarnos algunas partes de nuestro cuerpo que sí son más dificultosas.
Por ello, es importante tener en cuenta una serie de consejos cuando tengamos vértigos:
- Lo primero que debemos hacer es acostarnos inmediatamente. Los síntomas de los vértigos pueden disminuir si nos tumbamos.
- Durante los episodios de vértigos, no cojas el móvil ni intentes leer. Lo más recomendable es mantener los ojos descansados, relajados, no forzarlos y mirar a un punto fijo.
- Si puedes, y en la medida de lo posible, intenta estar en un ambiente relajado, en una habitación con una luz tenue para no cansar de más a tus ojos.
- Ten mucha precaución al caminar. Recuerda que tu equilibrio está alterado y puedes caerte al intentar caminar. Si no tienes a nadie al que pedir ayuda para desplazarte a un lugar tranquilo, intenta agarrarte a las paredes.
- Mueve la cabeza muy despacio para no agrandar los síntomas.
- Evita los cambios bruscos de posición. Lo importante es hacer cualquier movimiento de forma muy pausada y tomándote tu tiempo.
- Intenta relajarte para controlar la ansiedad y evitar que los síntomas se agraven.
- Cuando los síntomas desaparezcan, debes prestar atención los siete días siguientes; ya que puede volver a aparecer otro episodio de vértigos. Durante ese tiempo, intenta evitar realizar cualquier actividad peligrosa o que pueda suponer un riesgo para tu salud.
Tratamiento clínico
El tratamiento, aparte del farmacológico que le dará el médico especialista, el otorrinolaringólogo, está muy encaminado en mejorar la circulación sanguínea craneal, relajar las cervicales y mejorar a nivel craneal la tensión intersutural (temporal, esfenoides y ATM).
Además del tratamiento de osteopatía craneal, se le aplica el láser de alta potencia en la base de la nuca para mejorar la circulación sanguínea y el aporte de oxígeno al cerebro y sistema vestibular. También se utiliza la terapia de vacío intermitente con Physium en la zona cervical, tanto en sedestación como en supino (si el paciente puede tumbarse) y neuromodulación de nervios como el dorsal escapular, facial, trigémino y espinal, para equilibrar nuestro sistema nervioso periférico.